Todo empezó en 1945, cuando un grupo de jóvenes comenzó una pelea en la que acabaron cogiendo tomates de un puesto de verdura cercano y tirándoselos al supuesto enemigo. Un año más tarde, el suceso se repetía. Fue el comienzo de una tradición que, incluso, el propio ayuntamiento llegó a prohibir, aunque tuvieron que permitirlo ante la insistencia de unos vecinos que querían que la fiesta se celebrara.
Así fue como dentro de la semana de Feria y Fiestas de Buñol, en honor a San Luís Beltrán y a la Virgen de los Desamparados, patrones del pueblo, dio comienzo una fiesta que en la actualidad atrae a miles de personas de todos los países.
La noche antes de la gran batalla, vecinos y visitantes se reúnen en e Paseo de San Luis a disfrutar de la música en el recinto ferial, rodeados de chiringuitos y atracciones de feria.
A las 9 de la mañana, algunos sin dormir, se reúnen en la Plaza del pueblo, donde el ayuntamiento reparte bollos a todos los que estén esperando para que vayan cogiendo fuerzas. Poco a poco van llegando más valientes al campo de batalla, donde las casas están recubiertas con plásticos y los más habilidosos trepadores se atreven a subir por el Palo Jabón intentando hacerse con el tan preciado premio, un jamón y el aplauso de los que estén observando. Los vecinos de la zona también aportan su granito de arena lanzando cubos de agua a todo aquel que lo desee.
La guerra de tomates da comienzo sobre las 11 de la mañana, cuando los camiones cargados llegan a la plaza. Con un bocinazo con el que anuncian su llegada, los congregados en la plaza comienzan a la famosa Tomatina. Toneladas de tomates son lanzados cada año hasta que suena la carcasa con la que se anuncia el momento de la retirada. Es el momento en el que los vecinos ceden sus mangueras para mojar a todos los que se encuentren cerca, aunque otros muchos prefieren refrescarse en las fuentes.
Pero cuando ya todo está teñido de rojo, los valientes lanzadores de tomates ya se han retirado y la plaza vuelve a estar vacía, es el momento de poder visitar Buñol.
El Castillo medieval que vigila la villa es una magnífica fortaleza del siglo XIII. Construído durante la dominación árabe, sirvió de refugio para los franceses durante la Guerra de Independencia.
La Iglesia parroquial de San Pedro Apóstol y el Parque Planell también son dos puntos que quien visite Buñol hará que se enamore de este precioso pueblo.
Si quieres disfrutar de una tradición ya conocida a nivel mundial, podrás descansar en alguno de los establecimientos que se encuentran en la provincia de Valencia.