En lo alto de una montaña, nos encontramos con el Castillo Gibralfaro, cuyo nombre viene de un antiguo faro que tenía en la cima. Se trata de una edificación del siglo XIV que albergaba a las tropas y protegía el Alcazaba, que visitaremos más tarde. Recorriendo sus murallas, obtendremos perfectas panorámicas de Málaga. Aunque fue utilizado por fenicios y romanos, sería un rey nazarita quien lo convirtiera en fortaleza. Está formado por dos lineas de muralla y hasta ocho torreones, aunque el Castillo en sí se encuentra dividido en dos partes: la superior es la que recibe el nombre de patio principal y guarda en su interior la torre mayor, un pozo fenicio y los baños; y la inferior, conocida como el patio de armas, concentra los barrancones de la tropa y las caballerizas. La Torre Blanca es una de las más visibles del Castillo Gibralfaro y conserva en su interior dependencias, un alijibe y almacenes.
A los pies del monte, nos encontramos con el Teatro Romano, símbolo vivo de la Hispania Romana en Málaga. Fue redescubierto en 1951, pero en la actualidad vuelve a ofrecer espectáculos dignos de este edificio. Numerosos materiales del Teatro fueron usados más tarde en la construcción de la Alcazaba, que se encuentra a sus espaldas. Esta ciudadela árabe es una gran muestra de historia para la ciudad, además de que mezcla las necesidades de belleza y defensa de un palacio árabe tradicional, organizandose en patios rectangulares y crujías en torno a sus jardines y estanques. Sus estancias son una clara muestra de esta arquitectura, ya que buscan en sus interiores la alternancia de luces y sombras. Se trata de una de las obras musulmanas más importantes conservada en España. Es curioso saber que a su alrededor había un barrio, hoy totalmente desaparecido, que llegó a tener un sistema para evacuar aguas fecales y con letrinas en todas las casas, un muestra clara del avance de esta cultura.
Por último, no nos podemos despedir de Málaga sin acercarnos a ver a La Manquita, como cariñosamente se le llama a la Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación. Este sobrenombre se le da porque le falta la torre sur y el remate en la fachada principal, aunque se edificara hace ya cuatro siglos. Sin duda, su belleza es impresionante, por lo que no nos extraña que se considere una de las mejores muestras de arte religioso español.
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